Vértebra Cultural “la columna”

Las personas artistas como defensoras culturales. Continuidades y rupturas entre los campos del arte y de la cultura.

Alessandro Zagato

A partir de algunos ejemplos derivados de su trabajo en Artists at Risk Connection (ARC) de PEN América el autor sostiene que el conflicto es una dimensión intrínseca al papel transformativo del arte, y juega una función fundamental para la vitalidad de la cultura y los procesos colectivos. En efecto el arte y las personas que lo practican pueden resignificar la cultura, promoviendo procesos de transformación social y el respeto de los derechos humanos. Por esta razón hay que considerar a las personas artistas como defensoras culturales, o defensoras de los derechos culturales.

ANTIBIOGRAFÍA

Alessandro Zagato vive, sueña y conjura en contra de las injusticias desde San Cristóbal de Las Casas, un pueblo mágico y sur-realista situado en las montañas del sureste mexicano. Devoto del café, partidario de la comida asiática, investigador de la botánica de patio y ruidoso hincha futbolero, Alessandro se considera Zapatista de corazón, compartiendo la idea de un mundo donde quepan muchos mundos.


Las personas artistas como defensoras culturales. Continuidades y rupturas entre los campos del arte y de la cultura.

En este ensayo hago una reflexión sobre la necesidad de considerar a las personas artistas como defensoras culturales, o defensoras de los derechos culturales, a pesar de que sus creaciones no necesariamente sigan leyes o normas socialmente compartidas; son capaces de  generar disputas en el campo del poder y también en las comunidades a la cuales pertenecen. En muchos casos estos conflictos son necesarios para promover nuevas formas de apertura, espíritu crítico e inclusión. A partir de algunos ejemplos de artistas y colectivos artísticos Latinoamericanos con quienes he colaborado en los últimos años a través de mi trabajo con Artists at Risk Connection (ARC) de PEN América, es preciso evidenciar la manera en que las personas artistas no sólamente participan en acciones comunitarias y colectivas, sino que están al frente de movimientos sociales generando ideas, estrategias e imaginarios que representan y guían estos movimientos en la construcción de sociedades más justas, incluyentes y respetuosas de los derechos humanos. 

 

Cuando hablamos de Derechos Culturales nos referimos a una parte consistente y muy relevante del campo de los derechos humanos y que se refleja en documentos fundantes como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) que en su artículo 15 afirma el Derecho a participar en la vida cultural, protección, desarrollo y difusión de la ciencia y la cultura. 

 

Los Derechos Culturales no constituyen un conjunto aislado de normas vinculadas al campo de la cultura, sino que son vitales para la experiencia humana en general y juegan un papel fundamental en la implementación de otros derechos humanos. Ellos incluyen el derecho a participar en la vida cultural sin discriminación, así como los derechos a la libertad científica y  de expresión artística, mismos que constituyen mi enfoque en este ensayo. A pesar de su importancia, estos derechos no siempre gozan del reconocimiento que merecen: incluso el trabajo de quienes los defienden, frecuentemente no recibe el apoyo y la protección necesaria. Considero que esta tendencia se puede explicar con el hecho de que “cultura” es un concepto amplio que apunta a un proceso vivo, dinámico y en continua evolución, un producto colectivo que se vincula con determinados momentos históricos, con sentires y tradiciones específicas, pero también con ideas contradictorias y a veces conflictivas. 

 

El arte, por ejemplo, es parte del campo de la cultura y juega un papel peculiar, quizás crucial en ella, ya que las personas que lo practican se pueden considerar como creadoras, recreadoras y transformadoras de cultura. Es por esta razón que las tradiciones culturales y la creación artística no siempre coinciden y en ocasiones pueden  entrar en conflicto, ejemplo de ello, es cuando una obra de arte rompe esquemas comunitarios / tradicionales, o introduce en ellos nuevas perspectivas. 

 

En mi experiencia laboral este es el caso (entre otros) de dos artistas plásticos, una brasileña, un mexicano, y un colectivo chileno; quienes a través de su obra han incursionado respectivamente en el campo de la religión y de la simbología nacional proporcionando puntos de vista que estas tradiciones culturales se resisten a aceptar e incluir.

 

Renata Carvalho es una destacada artista trans y activista brasileña quien sufrió repetidas agresiones a causa de la obra de teatro “O Evangelho Segundo Jesús, Rainha do Céu” donde interpreta la figura de Jesús. Renata se considera una “trans-póloga” por ser una persona travesti que estudia el cuerpo trans, y es la fundadora del “Movimento Nacional de Artistas Trans” (MONART), dentro del cual elaboró un manifiesto de representatividad donde exige que los cuerpos trans sean incluidos en la cultura y los espacios de producción artística. “O Evangelho Segundo Jesús” surge de un texto de Joe Clifford, donde este autor se pregunta, ¿qué pasaría si Jesús volviera hoy, como una persona trans? Desde su estreno en Brasil, la obra sufrió intentos de censura a través de acciones legales, presión religiosa y política, por grupos oficialistas y de la sociedad civil. En este sentido, la artista afirma, “esa gente no está atacando personalmente a Renata Carvalho, ni siquiera me conocen. Están atacando a una travesti que está interpretando a Jesús” – es decir que a partir de su perspectiva cultural estas personas se están oponiendo a que nuevas simbologías sean incluidas en la religión católica – se están oponiendo a que el arte resignifique aspectos de la cultura.

 

Renata Carvalho (ARC)

 

El otro ejemplo tiene que ver con Fabián Chairez, un artista plástico mexicano cuya obra propone una reconceptualización de las masculinidades nacionales hegemónicas. En 2019, su obra “La Revolución”, que retrata al héroe revolucionario Emiliano Zapata, fue exhibida en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México, provocando polémica e incluso ataques y amenazas de muerte contra el autor y su familia. En su obra, Emiliano Zapata, líder revolucionario histórico, es representado montando a caballo sin ropa, portando un sombrero rosa y  zapatos de tacón. A través de su trabajo Fabián cuestiona el hecho de que la mayoría de los íconos nacionales sean representados como hombres blancos y heterosexuales. En este caso el problema, es evidentemente la ausencia de referencias positivas hacia las personas sexualmente disidentes en la tradición simbólica nacional Mexicana, lo que genera una oposición por parte de sectores de la sociedad a la función transformadora que el arte puede tener en un contexto cultural.

 

También , quisiera mencionar el caso de Delight Lab, un colectivo Chileno de arte y diseño que desarrolla proyectos como video-mapping a gran escala, proyecciones en edificios, instalaciones audiovisuales, y participa en una variedad de proyectos activistas, incluso junto con las comunidades mapuche y los movimientos ambientales. Durante el estallido social Chileno (2019 – 2020), Delight Lab realizó  una serie de acciones de “proyectorazo” en Santiago, proyectando visuales y textos en espacios públicos  con la finalidad de concientizar sobre las miles de personas afectadas por la pandemia del COVID-19 que no recibían tratamiento ni apoyo adecuado. 

 

Delight Lab: Hambre

 

El 18 de mayo de 2020 proyectaron la palabra hambre en el edificio de Telefónica en el centro de Santiago. Al día siguiente, exhibieron las palabras humanidad y solidaridad, pero poco después, un vehículo con escolta policial dirigió unos reflectores blancos hacia el edificio, “borrando” efectivamente la obra de arte de Delight Lab.

 

Las palabras proyectadas por el colectivo Chileno se volvieron virales y tuvieron el efecto de revitalizar una protesta social que había sido parcialmente silenciada por las leyes especiales y de estado de excepción (entre ellas las cuarentenas y el toque de queda) instituidas por el gobierno para supuestamente hacer frente a la pandemia.

 

A pesar de ser víctimas de censura, Delight Lab, Renata Carvalho y Fabian Chairez, son ejemplos concretos de cómo el arte puede resignificar la cultura y desde ahí protagonizar acciones que  promueven la transformación social y el respeto de los derechos humanos. En este sentido, el conflicto  se puede considerar como una dimensión intrínseca al papel transformativo del arte, como afirmé en el principio de este ensayo, es una función fundamental a la vitalidad de la cultura y sus procesos colectivos.