Vértebra Cultural “la columna”

Redes de mujeres en el arte

Sandra Alvarez

Es más fácil y hermoso florecer en un bosque o en un jardín que en una soledad sin sitio definido. Para las mujeres también. Para las artistas también. Ser simplemente un espacio propio, construido pensando en todas las posibles habitantes. Las redes de artistas han permitido que muchas mujeres encontraran y encuentren el apoyo para crecer, para ser, para crear. Que se continúen multiplicando, que sean ejemplo, que sean el legado a las infancias, que el arte retome su importancia. Que las sociedades e instituciones encargadas velen por crear las condiciones y respetar los marcos legales que garanticen el arte y la cultura como derechos humanos.

ANTIBIOGRAFÍA

¿Qué realmente nos describe? Ser suma. Mujer, escritora, feminista, guatemalteca. Con parte de la carrera de ciencias de la comunicación. Inspirada en las mujeres que me rodean, en las que han construido a pesar de todo y nos han heredado mejores caminos y paisajes. Con muchos miedos para abandonar. Perseguidora de los actos de ternura. Salvada por el arte.


Redes de mujeres en el arte

Un día escuché la palabra sororidad. Investigué su significado y desde entonces cambié mi forma de ser en la vida. Porque el cambio solo nos da resultados si más allá de los pensamientos, cambiamos nuestras acciones.

 

¿Cómo no reconocer la importancia y la necesidad de que la relación entre mujeres debe ser amistosa y solidaria? Dejar atrás la “competencia” entre nosotras que había crecido viendo en múltiples espacios. Conocí la sororidad y descubrí nuevos paisajes. Vi las redes de mujeres que se acompañaban para florecer juntas, las tomé como ejemplo y como menester.

 

Como escritora en Guatemala al animarme a publicar mis primeros poemas, simplemente no podía imaginarme ser parte del “círculo literario y artístico del país”, no sabía dónde estaba la puerta de entrada, o sí siquiera, había alguna. Casi siete años después puedo decir, con seguridad, que a ese lugar no se entra. Lo veo como un ideario colectivo, ¿realmente existe?

En cambio, he tomado como uno de mis objetivos construir una red de escritoras, un espacio abierto, un jardín donde florezcan las primeras publicaciones, los primeros recitales, las conexiones entre poetas, novelistas, ensayistas, ficcionistas, gestoras, todas y ser una colectividad.

 

Lo logrado aún es poco, pero significativo. Hay más mujeres abrazando su don de escribir, dejando de lado los miedos aprendidos, censurándose menos, expresando más sus opiniones, sentimientos, puntos de vista, reconociéndose escritoras y artistas.

Del trabajo colectivo surge un cambio colectivo. De construir juntas surgen nuevos espacios, iniciativas, proyectos. Mujeres de diferentes edades, idiomas, contextos sociales y culturales formando alianzas para continuar con la visibilización y apoyo a las artistas que estamos conviviendo en este territorio; así como de las que en su tiempo se esforzaron aún más que nosotras, porque el sistema era dominado por ideas y personas que coartaban la libertad de expresión y de creación por la razón de ser mujeres, como si fuera una condición que lo impidiera.

 

Ahora empezamos a ver nuestro contexto iluminado, pero este cambio en lo cultural ha llevado tiempo y esfuerzo, sobre todo de mujeres. De verse y saberse sin espacios y sin representación en la historia, en la academia y en distintos lugares albergue o exposición de arte. La solución encontrada fue crear espacios distintos, en los que nuestra diferencia como mujeres, lo que vivimos, sentimos y somos se ve reflejado en la pluralidad y diversidad de participaciones en eventos, exposiciones, publicaciones. Ya no la repetición de los mismos nombres y obras. Es reconocer que el espacio ha crecido. Que ahora cabemos todas.

 

Menos círculos y más redes. Más tejidos colectivos.

El arte en sus diversas expresiones debe dejar de verse como canónico, académico, habitante de museos, relevante solo después de veinte años de carrera y múltiples exposiciones en lugares “importantes”. No hay reconocimiento sin conocimiento.

Y uno de los objetivos de las redes es crear espacios para todas, para empezar, para reconocernos entre nosotras, construir lugares propios, para mantenernos en el arte sin perdernos. El empoderamiento colectivo nos permite construir y mantener espacios en lugares que por mucho tiempo nos fueron impedidos de varias maneras. Sin negarnos, sin disfrazarnos. El sostenimiento mutuo hace que nos demos cuenta de todas las posibilidades.

 

El apoyo a quienes creamos arte es fundamental cuando iniciamos. Asistir a los primeros conciertos, presentaciones, recitales, exposiciones, talleres. Ser también red de soporte. Entre varios de los comentarios que me han hecho por los proyectos que he creado, he escuchado muchas veces el cuestionamiento de por qué hablar o publicar sobre artistas poco conocidas o que su obra no es tan importante o relevante. ¿Se imaginan que solo a las artistas reconocidas se les otorgara el espacio? Nunca habría alguien más que lograra serlo. Porque el arte como carrera necesita de un camino en el que los esfuerzos son muy grandes para dar ese primer paso, para mantenerse al inicio, para que se vaya conociendo la obra creada. Y es allí donde se necesita a personas que crean y apoyen el trabajo realizado.

 

Valorar el arte desde lo personal

El arte necesita del activismo, de fomentarlo, de apreciarlo, de artistas que reconocen su valor. ¿Con qué ojos nos hemos estado viendo? Somos visibles, ya basta de escondernos. Trabajar con redes de mujeres artistas es rescatarnos en el ahora, es construir la historia desde nuestras propias acciones y no temer a escribir en ella, que las generaciones venideras puedan conocer lo que se está haciendo, de las mujeres escritoras, cineastas, músicas, pintoras, arquitectas, actrices, fotógrafas, ceramistas, diseñadoras y de todas las ramas existentes. Para que no se repita lo que la historia les ha hecho a muchas mujeres, a su obra negada, invisibilizada, menospreciada.

 

Hagamos redes y unámonos. Inundemos con arte todos los espacios. Lleguemos a las plazas, a las calles, a los centros educativos, a las bibliotecas, a los medios digitales, la cotidianidad, lo que nos es común. Resignifiquemos el concepto, ampliemos su alcance, aumentemos su valor personal, político, educativo y sanador.