Vértebra Cultural “la columna”

Una mano en otra mano

Beatriz Herrera Corado

ANTIBIOGRAFÍA

Vivo en mi cuerpo con más de una voz imaginando mundos alternativos. Desde pequeña me gusta bailar, cantar y recitar poemas. He estudiado guitarra clásica pero nunca me sentí cómoda entre músicos. Durante diecisiete años me entrené en danza clásica y nunca me sentí ballerina, ni doncella, ni sílfide. Vivir dos años en Europa me permitió experimentar otros tipos de conexión con mi cuerpo. Más en el ritmo, más en el pulso y más en los cambios de peso. Mi vida cotidiana se reparte entre escribir, leer, entrenarme físicamente y cocinar. A veces hago salidas al campo, a veces pierdo el tiempo leyendo información absurda. Me gustan los papeles y lapiceros de colores. El último libro que leí fue Los desposeídos de Úrsula K. Le Guin, y considero la ciencia ficción como una fuente constante de nuevos planteamientos en mi vida. Sueño con más espacios de investigación y creación artística.

Una mano en otra mano

Mi danza no es patrimonio

mi cuerpo no corresponde

a los lineamientos del formulario.

 

Este paso adelante, su pausa y el subsiguiente

paso al lado con apoyo en el centro

no están codificados

en los archivos de la nube.

 

El contacto con otra superficie

epidérmica y sensible

y su correspondencia de afectos

y su aleación inevitable

con otra sustancia imposible

de patentar

me pertenece únicamente 

a mí y a la dueña 

de la otra fuente

de gases consanguíneos

de las implosiones termodinámicas

de la piel contra la piel. 

 

Este traslado

ritmo/pulso/paso/grito

e s p a c i o

las coplas repetidas 

hasta el cansancio del próximo siglo

las tonadas, los confetis,

el único vaso de trago

de boca en boca

el sabor de la vorágine presente

en cada cuerpo

y las presencias convocadas

son la cuna que conozco

del movimiento continuo.

 

Qué no estaríamos mejor 

quietas, calladas e inertes,

qué sería del silencio 

si ninguna voz abriera el túnel

de las memorias

alguna vez, cavernas; otras veces, edificios

con burbujas de espejuelos, 

repletos de luces y sombras, el misterio

de los cuerpos en movimiento

que huyen de la claridad

y buscan atormentados 

el espacio que deja

la síncopa antes de la anacrusa.

 

Bajo la luz ultravioleta

la silueta fugaz de mi danza

encuentra el lugar de cada acento

en el hombro, 

en la cadera.



Qué angustia pensar

que algún día los cuerpos

se encontrarían inertes/confinados

qué terror la ausencia de ritmos vivos

no hay miedo al silencio

sino al ruido catastrófico

y extractivista.

 

Si pudieran los cuerpos ordenar

el majestuoso desastre

encontrarían el punto común

donde se re-organiza el cosmos

donde se origina el mundo.

 

Mi danza no es patrimonio

es un deseo aglomerado

un grito de auxilio

por la presencia de las almas

por la encarnación de los afectos

una mano en otra mano

esperando una nueva posibilidad 

de existencia.