Vértebra Cultural “la columna”

Recalibrar la brújula

Sara Cecilia

En este texto recupero algunas de las características de la cultura, participación y vida cultural política en Guatemala, relacionándolas con las violencias estructurales que las moldean y los retos que ocasionan. Propongo la dulzura como una ética-política de organización que podría ayudarnos a resolver las dificultades que nombro.

ANTIBIOGRAFÍA

Como referencia de lo que soy y defiendo les invito a ver el episodio de Gravity Falls en el que Mabel Pines habla sobre la bobería como ética existencial. Prefiero la vida lenta y chiquita. Por eso, me gusta cocinar, dormir y pasar tiempo en casa. Me siento muy orgullosa de mí misma cada vez que me preparo un almuerzo rico con ingredientes que ya estaban en la refri. Se me dan bien las manualidades y el memorizar datos medianamente interesantes. No veo muchas películas, pero me entusiasman las series cortas y el animé. Los animalitos y la naturaleza son cosas que me hacen sentir feliz y me llenan de amor. No me gusta sentirme apresurada, las competencias y la música electrónica. Me cuesta estar en espacios con mucha gente, sobre todo si no conozco a nadie. No sé patinar en patineta y es algo que siempre he querido aprender, pero soy miedosa y me termino disuadiendo. Me siento profundamente agradecida por esta vida que tengo porque es un reflejo de todo el amor que me rodea y sostiene.


Recalibrar la brújula

Y aquí seguimos con las mismas ganas de soñar

Plantando flores sobre hierba artificial

-Mecano-

Para abordar los derechos culturales tomaré como punto de partida lo presentado por el profesor Alfons Martinell (2021) en la conferencia inaugural Democracia cultural y derechos culturales. Él presenta la cultura como un subsistema social que interactúa recíprocamente con otros subsistemas como el económico o político. También entiende la vida cultural como “el conjunto de procesos, interacciones, actos, vivencias, etc. que realizan los diferentes agentes para satisfacer sus necesidades culturales.” La vida cultural es particular a cada lugar y se expresa de manera diferente dependiendo del tiempo y el contexto material (Projectes, 2021).

Aquí entenderé la participación política como una dimensión particular de la cultura y parte esencial de la vida cultural de cualquier grupo o sociedad. La cultura política no es ajena a las condiciones materiales e históricas que han marcado nuestras vidas y territorios. Tampoco se desarrolla independiente de grandes proyectos culturales como el cristianismo o el capitalismo. Al contrario, la cultura política suele reflejar el fuerte impacto que éstos han tenido en nuestra manera de ver, entender y relacionarnos con el mundo. 

Planteo la participación política como un elemento de la vida cultural porque, en mi experiencia, es un ejercicio que se impregna de y en las historias de vida de personas y comunidades que la vuelven parte central de su cotidianidad. En ese sentido, es una práctica viva que puede cambiar y ser influenciada por distintos factores a lo largo del tiempo. Lo que quiere decir que no hay una sola forma de participación política, y que las personas o grupos no tienen una única forma de participación política a lo largo de su vida. 

Lo que aquí presento no busca ser guía o manual operativo, pues no parto de las certezas y los éxitos comprobados. Tampoco busco hacer señalamientos acusatorios y condenas irrevocables a maneras particulares de organización social porque no creo en la politización que surge de la vergüenza. Busco poner en común lo que se desprende de mi acercamiento con otros y algunas intuiciones que podrían convertirse en un portal a nuevas exploraciones sobre el quehacer político transformador en nuestros territorios.

 

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El ejercicio político transformador en Guatemala siempre ha sido difícil y peligroso. Desde el período colonial, los grupos que se organizan para hacer posible la vida digna de todas las personas al defender los derechos colectivos, las culturas, los territorios y la naturaleza enfrentan persecución y violencia.

En el informe Guatemala Nunca Más: impactos de la violencia (1998) se recuperan 5,465 testimonios que dan cuenta de, al menos, 52,427 víctimas de violencia durante el Conflicto Armado Interno (ODHAG, p.483.) El mismo informe nos hace saber que estas personas fueron violentadas por su participación política transformadora o por ser asociados, a veces injustificadamente, con grupos que la promovían. El mayor agravante en este nefasto escenario es que el 90% de estos actos (que incluyen asesinato, desaparición forzada, tratos crueles y degradantes, violaciones y persecución política) fueron ejercidos por el Ejército de Guatemala, la Policía y los grupos paramilitares (ODHAG, p. 488).

Aunque los Acuerdos de Paz firmados en 1996 pretendieron establecer el fin de la persecución a población civil organizada desde el Estado y comenzar el camino del resarcimiento, la violencia continúa. Solo en los últimos dos años hemos visto como los grupos de poder que cooptaron el Estado han utilizado todos los recursos de los que disponen para criminalizar liderazgos juveniles (García, 2022), perseguir a operadores de justicia que hicieron posible que lxs corruptxs fueran a juicio (Woltke 2022; García 2022; Parisi 2022), impedir la libertad de prensa (Prensa Comunitaria 2023;WOLA 2023 ) y causar el exilio de personas que, desde distintos ámbitos, denuncian y luchan en contra de la desigualdad, el despojo y la corrupción (Escobar, 2023).

La violencia coordinada y ejecutada desde los grupos de poder económico y militar ha eliminado liderazgos, estructuras comunitarias y organizativas. Esto, a su vez, ocasiona la estigmatización de la participación política y la dificultad de transmitir/adquirir conocimientos que fortalecerían y harían sostenibles estos ejercicios. Todos estos factores han debilitado, pero no desaparecido, la posibilidad de sembrar y acompañar la cultura y la vida cultural política transformadora en Guatemala.

La vida política y cultural en el país no deja de demandar espacios y dinámicas para recuperar o construir estructuras de organización que nos permitan defender nuestros territorios, vidas y derechos fundamentales. La violencia deja huellas profundas, pero nunca es capaz de eliminar totalmente la esperanza de una vida mejor y la convicción de que nosotrxs la podemos construir. Por eso, hemos seguido creando redes, organizaciones, liderazgos y movimientos que luchan contra las estructuras de poder y, a paso lento, redefinen lo que significa disputar el poder.

Pero la cultura política nunca opera al margen de las condiciones históricas y materiales en las que se inserta. Nuestras dinámicas de resistencia dejan ver no solo la huella de la violencia histórica, también la impronta de las lógicas, recursos y sistemas que ocuparon el vacío que la crueldad dejó. 

El miedo y la desaparición/asesinato de nuestros liderazgos dificultaron la transmisión de conocimientos y el diálogo intergeneracional. A veces, esto significó que las personas organizadas después de la firma de la paz tuviéramos que caminar mucho para responder preguntas y atender necesidades que quizás otrxs ya habían abordado. En otras ocasiones, el vacío (y la necesidad urgente de atender, contener y responder a lo que sucede) se llenó con rutas, tiempos, metodologías y lógicas que no son las nuestras.

La organización y resistencia migró a la lógica de cooperación internacional para poder sobrevivir. No busco estigmatizar este tipo de organización social porque reconozco que es esta dinámica la que nos permite gestionar el acceso a derechos básicos (salud, justicia, educación, identidad, entre otros) en mujeres, pueblos originarios, jóvenes, población LGBTIQA+, migrantes y otros sectores. Sin embargo, enmarcar y articular nuestras luchas partiendo de una lógica que busca la producción de resultados a corto plazo medibles en números y porcentajes, la persecución de lo masivo y/o mediático, y el avance progresivo y lineal es una dinámica con un amplio margen de mejora.

Esta es una conversación que las organizaciones civiles y sus liderazgos han puesto sobre la mesa no solo con las agencias de cooperación (que se muestran receptivas de los comentarios y dispuestas a construir nuevas dinámicas de trabajo conjunto) sino también entre pares. Parece, entonces, que la vida cultural política demanda cambiar la manera en que vemos, entendemos, ordenamos y materializamos nuestra práctica política transformadora. Anhelamos formas que sean más amables con nosotrxs y que puedan sostenerse mejor en el tiempo.

Sin embargo, los cambios en nuestras estructuras organizativas, dinámicas de financiamiento y agendas de cooperación, incluso la incorporación de nuevos términos y marcos conceptuales, serán insuficientes si no revisamos y ajustamos los motivos profundos desde los que, nosotrxs, las personas politizadas partimos para enunciarnos y organizarnos.

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III

He mencionado antes que, inevitablemente, las características de los sistemas culturales dominantes se hacen presentes en nuestra vida y cultura política. No somos sino hijxs de nuestro tiempo. Tenemos un set de herramientas a las cuales recurrimos con más facilidad, a veces incluso por inercia, para entender y movernos por el mundo. Si bien condenamos el capitalismo como proyecto de la humanidad, se nos termina colando y se manifiesta no sólo en la manera en la que nos organizamos, sino también en las formas en las que materializamos nuestras luchas.

En repetidas ocasiones nos decantamos por las metas que apuntan a lo masivo o viral. Nos acompaña la lógica del más es más y por eso medimos el éxito de nuestras acciones en número o volumen y no en lo significativas que resultan. Priorizamos lo novedoso (ahora también llamado disruptivo), descuidando el contenido político transformador de las mismas, porque nos interesa figurar en un imaginario que no es el nuestro sino el del mercado. 

Caemos, también, en la trampa de repetir palabras y términos hasta el cansancio. Sin darnos cuenta, terminamos despojando nuestros discursos de la visión ético-sensible que las vio nacer. Invocar la horizontalidad, la ternura, la complicidad o cualquier otro término aparentemente progresista en nuestras acciones o espacios no supone un acto transformador si olvidamos acompañarlos de acciones y rutas que nos permitan cuidar de ellos y de nosotrxs. 

El cuidado de nuestras luchas es un compromiso ético que debemos priorizar; incluso ahora que los inesperados resultados electorales nos hacen sentir avance y esperanza (Gamazo et al.2023, Espinoza 2023.) Me gustaría retomar las palabras de Anne Dufourmantelle cuando dice: “el cuidado (…) es otro nombre para decir el envolvimiento de lo que no terminó de crecer y se encuentra amenazado en su integridad” (2021, p.33). Porque es un hecho que esta otra forma de ser y relacionarnos que anhelamos aún no nos es habitual. Si como proyecto humano no hemos logrado instalarla como configuración predeterminada en nuestra caja de herramientas, es lógico que como movimientos sociales transformadores tengamos dificultades para apropiárnosla. 

La distancia entre lo que deseamos ser y lo que materializamos es un espacio incómodo al que solemos atribuir fracasos o incoherencias. Si bien es un reto que debemos asumir, lo cierto es que no existe un único y universal método (fácil de enunciar y operacionalizar) que nos permita despojarnos de una vez por todas de las estructuras de poder dominante. Sin embargo, creo que podemos valernos de la dulzura como guía e instaurarla como un compromiso ético y político de cuidado con nuestros procesos. 

Incluso cuando no sea suficiente en sí misma para replantear todas nuestras dinámicas políticas, la dulzura nos ayuda reconocer la fragilidad en esto que deseamos cuidar. Nos llama a padecer los males en compañía de otrxs sin ceder a ellos. El atenderla nos “señala (…) nuestra responsabilidad de ser humano para con el mundo que nos rodea, los seres que lo componen y hasta los pensamientos que en ellos ponemos” (Dufourmantelle, 2021, p.34).

Merecemos crear espacios y procesos que nos permitan construir una cultura y vida política diferente. Una que busque activamente desmarcarse del consumo, de las prisas (que no es lo mismo que de lo urgente), de la culpa y las vergüenzas. Una que, a su vez, alimente los demás sistemas culturales desnaturalizando las prácticas que sostienen este mundo que habitamos y nos dejen ver que sí existen otras formas de vida. Esta tarea se hace menos pesada (y por lo tanto más sostenible) si la asumimos desde formas de ser y hacer que usen la dulzura como medios para explorar e inventar nuevas formas de cuidado comprometido.

 

 

 

 

 

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Bibliografía

Dufourmantelle, A. (2021). Potencia de la dulzura. Nocturna editora.

Escobar, L. (2023, junio 15). Escapar para no perder la voz. No-Ficción. https://www.no-ficcion.com/projects/escapar-no-perder-voz

Espinoza, I. (2023, junio 27). Una sorpresa llamada Semilla. Prensa Comunitaria. https://prensacomunitaria.org/2023/06/una-sorpresa-llamada-semilla/

Gamazo, C., García, J., & Andrés, A. (2023, junio 26). Arévalo se cuela en la segunda vuelta en una noche histórica. No-Ficción. https://www.no-ficcion.com/projects/arevalo-se-cuela-en-la-segunda-vuelta-en-una-noche-historica

García, J. (2022, septiembre 12). Caso contra Nanci Sinto y Dulce Archila: ven contradicciones del MP y el proceso queda en impasse. Plaza Pública. https://www.plazapublica.com.gt/content/caso-contra-nanci-sinto-y-dulce-archila-ven-contradicciones-del-mp-y-el-proceso-queda-en

Jody, G. (2022, noviembre 16). Así impidió la Corte Suprema de Justicia que el juez Gálvez pudiera defenderse. Plaza Pública. https://www.plazapublica.com.gt/content/asi-impidio-la-corte-suprema-de-justicia-que-el-juez-galvez-pudiera-defenderse

Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado de Guatemala. (1998). Guatemala Nunca Más: impactos de la violencia. ODHAG.

Parisi, K. (2022, septiembre 12). Ministerio Público de Guatemala emite orden de captura contra exjefe de la Fiscalía Especial Contra la Impunidad, Juan Francisco Sandoval. CNN. https://cnnespanol.cnn.com/2022/09/12/guatemala-orden-captura-fiscalia-sandoval-oirx/

Prensa Comunitaria. (2023, abril 24). Periodista y autoridad comunitaria Tz’utujil fue atacado en Santiago Atitlán. Prensa Comunitaria. https://prensacomunitaria.org/2023/04/periodista-y-autoridad-comunitaria-tzutujil-fue-atacado-en-santiago-atitlan/

Projectes, T. (2021, octubre 5). Democracia cultural y derechos culturales – ODS 10. Reducción de las Desigualdades. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=yyAf6JgjHgA&t=2703s

Quino, H. (2023, junio 27). Resultados preliminares: así quedaría el Congreso 2024-2028. La Hora. https://lahora.gt/nacionales/hquino/2023/06/27/resultados-preliminares-asi-quedaria-el-congreso-2024-2028/

Valdez, A. (2023, mayo 27). Nanci Sinto podría enfrentar un juicio luego que la CC suspendiera un recurso a su favor. Prensa Comunitaria. https://prensacomunitaria.org/2023/05/nanci-sinto-podria-enfrentar-un-juicio-luego-que-la-cc-suspendiera-un-recurso-a-su-favor/

WOLA. (2023, marzo 9). Rechazamos la persecución infundada contra periodistas en Guatemala. WOLA; Washington Office on Latin America (WOLA). https://www.wola.org/es/2023/03/persecucion-infundada-periodistas-guatemala/

Woltke, G. (2022, mayo 19). Virginia Laparra, la única prisionera de Mariscal Zavala. Plaza Pública. https://www.plazapublica.com.gt/content/virginia-laparra-la-unica-prisionera-de-mariscal-zavala