Vértebra Cultural “la columna”

¿Y si hacemos puentes? ¿Y si nos articulamos?

Magda Angélica García von Hoegen

El presente texto contiene una reflexión sobre los desafíos que enfrentamos las y los artistas en Guatemala. Más allá de volver a las ideas de que en el país no existe apoyo, industria, ni estructuras adecuadas para desarrollar este sector, el punto focal es analizar qué acciones están en nuestras manos; la necesidad urgente de articularnos y generar a nivel colectivo procesos estratégicos, desde colaboraciones creativas interdisciplinares hasta la participación conjunta en propuestas y proyectos en alianza con diversas instancias, que nos permitan avanzar.

ANTIBIOGRAFÍA

Me hace feliz el agua en todas sus formas, creo que me entran los colores índigo cuando viajo por la música, que es el espacio más sagrado de mi vida. Siempre busco a través de ella conocer, crear, despertar otros universos. Odio la mentira, el machismo y las acciones que cortan las alas…


¿Y si hacemos puentes? ¿Y si nos articulamos?

En el 2020, inicié una investigación sobre los procesos de trabajo y propuesta de colectivos artísticos guatemaltecos en diversas disciplinas escénicas a partir de la firma de los Acuerdos de Paz. La idea se centró en indagar sobre los contextos en los que han desarrollado su obra, los aspectos que les cohesionan y también los que les dividen; los motores que les hacen seguir adelante y los obstáculos que han enfrentado. 

Creo que, si hay una muestra de resiliencia clara y concreta en Guatemala, es la subsistencia de las manifestaciones artísticas ante las situaciones tan complejas en las que las mismas persisten y crecen. Al escribir esto, recuerdo como metáfora, las plantas que crecen en los lugares más agrestes, como las banquetas de cemento, las paredes… Siempre pienso que la vida insiste en nacer. En el caso de nuestro país, se extrapola a que el arte siempre insiste en vivir…

Otro punto focal del estudio fue profundizar en la incidencia de los colectivos mencionados en el uso y apropiación de los espacios públicos, en un ambiente urbano que prioriza en su infraestructura las vías vehiculares, no así el encuentro humano. En este sentido, fue importante entender que una ciudad no se conforma solo de obra gris. La misma cobra vida a partir de las redes de solidaridad, la convivencia, las interacciones, los sentidos de pertenencia que se construyen en el espacio. Esto despertó un poco la nostalgia de ese sentido de barrio que se pierde progresivamente en la ciudad de Guatemala; pero también, la curiosidad de si, las expresiones artísticas pueden contribuir a generar o regenerar esos sentidos de pertenencia, el gozo del espacio, la creación de estrategias de seguridad a partir del ejercicio de ciudadanía plena y no desde el uso de las armas. 

Recuerdo a inicios de marzo, visitar a Max Araujo en su oficina ubicada en la Biblioteca Nacional para conversar sobre las bases de legislación y política cultural en Guatemala, con el fin de iniciar mi acercamiento a las bases de respaldo a nivel de normativas, que deben respaldar el trabajo de las y los artistas en el país. 

Afortunadamente pude hacer esa entrevista, porque a finales de ese mes inició el caos de la crisis ocasionada por la pandemia del Covid 19. Todo fue cerrado y sobra decir que las primeras fuentes de trabajo suspendidas fueron las de este sector. Tuve que cambiar todos los planes de trabajo, pero quedó toda la lectura que generosamente compartió conmigo Araujo, para empezar a trabajar en dos libros para sintetizar un tema generalmente desconocido entre las y los artistas: el respaldo legal y de política pública para argumentar mejor las propuestas ante diversas instancias y también para fortalecer la dignificación de su trabajo. 

 

En el caos, no todo fue malo. En el momento más duro, distintos grupos de artistas y gestores culturales empezaron a hacer listas de quienes pertenecían a distintas disciplinas artísticas: música, danza, teatro, cine, etc.  para presentarlas a instancias estatales encargadas de dar cumplimiento a la indicación presidencial de generar proyectos de apoyo económico de emergencia, mediante bonos destinados a trabajadores y trabajadoras del arte. Todo era tan confuso, que en algunas listas se duplicaban nombres y esto ocasionaba conflictos para poder agilizar los procesos. 

La pandemia evidenció problemáticas históricas del sector artístico y cultural en Guatemala, el cual ha sido desatendido a nivel de Estado, iniciativa privada y sociedad civil. Una de las grandes paradojas es que, a pesar de ser uno de los países en Latinoamérica con mayor cantidad de normativas vinculadas a la cultura y tener bases sólidas de política pública, aún estamos a años luz de situarla en el nivel de importancia debido, respecto a otras dimensiones sociales. Se le considera como un adorno, como un aditivo que “embellece” el país, pero no como un pilar fundamental para alcanzar una sociedad más justa, incluyente, democrática; como un camino profundo para alcanzar la tan anhelada convivencia respetuosa en la diversidad.

Pero, más allá de lo que sucede a nivel externo, la crisis también sacó a luz, problemáticas urgentes que atender en aspectos internos de relacionamiento y los desafíos que tenemos como gremios artísticos para lograr establecer caminos y metas comunes. 

Pongo un ejemplo concreto: recuerdo que en el momento álgido de todo el caos que he descrito, surgió un grupo de whatsapp donde había representantes de la música, danza, teatro y cine. Había una emoción por impulsar esfuerzos que contribuyeran a mejorar la situación de las y los artistas en el país. Yo les comentaba que era algo histórico porque es realmente complejo que exista un diálogo entre las diversas áreas y sobre todo, que trabajemos en conjunto.

¿En qué situación está ese grupo ahora? En total mutis… No se sabe si reír o llorar. Lo cierto es que mientras esta iniciativa duró, fue un excelente laboratorio para entender lo que nos sucede. En síntesis y en lenguaje coloquial, padecemos del síndrome de “llamarada de tuza”. Pero… ¿y si desmenuzamos esa “tuza”?

Por una parte, debo decir que ese grupo inició desde una visión de colectivo, con una genuina intención de abrir espacios y de dialogar para encontrar qué podíamos hacer en concreto. Por otra parte, había también una urgente necesidad de resolver las necesidades de sobrevivencia del día a día. Por razones obvias, nadie podía dedicar horas laborales a un esfuerzo que se hacía totalmente ad honorem, lo cual es totalmente comprensible. Pero… hay cosas que van más allá.

Si desmenuzamos un poco más “la tuza” podemos desentrañar cosas que vienen de fondo y no solo competen a los gremios artísticos, son elementos culturales e históricos que arrastramos y que nos impiden avanzar. Además de la urgencia de cubrir necesidades apremiantes, emergieron rivalidades, discusiones que impedían focalizarse en alcanzar objetivos comunes, debilidad de trabajar en equipo; digamos, cosas del ego…

En el proceso de investigación que he llevado a cabo, tuve conversaciones con once colectivos referentes que han realizado y realizan un trabajo muy valioso a nivel artístico, político y de aporte a la revitalización de los espacios públicos. Cada vez que hablamos de los problemas internos que tenemos como artistas, emerge el mismo: no somos capaces de articularnos para trabajar por metas comunes.

Y, es que, en un país donde no hay estructuras sólidas que promuevan y dignifiquen el trabajo artístico, cada quien “vela por su pedacito” en lugar de entender que solamente tejiendo redes se logra crear y sostener un movimiento fuerte. Nos vemos como competencia en lugar de aliarnos; invalidamos el trabajo de los otros porque creemos que solo lo que el grupo al que pertenecemos hace, es “arte”. No hemos sido capaces de sostener caminos de respeto, diálogo y enriquecimiento intergeneracional. Hasta las colaboraciones creativas, se vuelven muy complejas, por cosas del ego…

Es cierto que tenemos instancias estatales con una credibilidad muy debilitada, también que es sumamente complejo lograr puentes de diálogo con las mismas. Es cierto que también la iniciativa privada y de sociedad civil no han asumido su responsabilidad como entes que también deben trabajar por el fortalecimiento del arte y la cultura.

Pero… ¿y si volvemos la mirada hacia nosotros y nosotras? También tenemos mucho en nuestras manos y una de las cosas fundamentales es cómo lograr alianzas, lealtad, aporte mutuo entre artistas. Nos hace falta pensarnos como movimiento en las diversas áreas, promover la consolidación de asociaciones que velen por intereses comunes. ¡Nos hace falta crear en conjunto! Desde proyectos artísticos, propuestas ante las diversas instancias, hasta fortalecer los territorios a los que pertenecemos, a partir del arte. 

¿y si junt@s trascendemos la llamarada de tuza?

¿y si nos encontramos verdaderamente y tejemos lazos?

¿y si nos articulamos?